No hay un único material idóneo para las tuberías de gas natural, de hecho, los materiales más comúnmente utilizados en su fabricación son el acero, el cobre y el polietileno.
Los tubos de acero son altamente resistentes a la presión y a las condiciones ambientales. Esto garantiza que sea un material idóneo tanto para instalaciones internas como externas, subterráneas o a nivel de suelo, a pesar de que pueden presentar problemas de oxidación.
Por otro lado, su vida útil es larga, son livianos y su instalación no presenta excesivas complicaciones dada la flexibilidad con la que cuenta y la compatibilidad con procesos de soldadura.
Su principal hándicap son el precio y la conductividad térmica.
Los tubos de cobre han sido los protagonistas en las instalaciones de gas por décadas, sobre todo, en las interiores. Incluso en algunos casos se aprovecha su color a la hora de decidir dada su mayor encaje como elemento decorativo.
Es fácil de instalar, es un material liviano y también permite soldadura en caso de ser necesaria para su instalación. Su conductividad térmica es otra de sus ventajas.
En contra tiene que es un producto más caro y menos resistente que el acero.
Los tubos de polietileno son mucho más económicos, completamente dúctiles y compatibles con instalaciones subterráneas.
La parte negativa de ellos es que no son recomendables en instalaciones exteriores donde la exposición al sol sea alta, dado que en estas condiciones el material se deteriora con relativa facilidad.
Tampoco se aconsejan en instalaciones en zonas con actividad sísmica reconocida ni en aquellas que abastecen redes de gas de alcantarillas y túneles.